Intenté expandirme… y colapsé.

Es 2014. Me lanzo con toda la ilusión a crear mi primer negocio digital.

He pasado años preparándome — primero en negocios, luego en psicología — esperando sentirme “lista” para empezar.

Espero. Dudo. Y por fin, me atrevo.

Llamo mi negocio Eleva lo Bueno y lanzo mi primer programa digital para enseñar autocompasión.

Creo la web. Abro una cuenta de Instagram. Empiezo a enviar una newsletter.

Sueño con que lo que comparto pueda aliviar, inspirar, y sembrar más compasión.

Le pongo mucho corazón.

Pero toda la visibilidad necesaria para vender se siente incómoda.

Y cuando no vendo… lo tomo como un fracaso personal.

Al año, cierro todo: Instagram, newsletter, programa.

Mi cuerpo solo quiere esconderse debajo de las sábanas.

Paso el siguiente año sintiéndome fracasada, juzgándome por no haber “sido capaz”.

Deseo profundamente avanzar…

y, sin embargo, mi cuerpo se frena cada vez que intento accionar.

Pienso que tengo que empujar más.

Cambiar mi forma de pensar.

Aprender algo nuevo.

Así que me inscribo en más cursos — de negocios digitales, ventas, psicología.

Creo que allá afuera está “la” solución.

Pensaba que me faltaba más conocimiento. Más estrategias. Más cursos.

Fue cuando aprendí sobre el sistema nervioso y la psicología somática que todo empezó a tener sentido.

No era que no supiera qué hacer… era que mi cuerpo no se sentía a salvo haciéndolo.

Cerré mi negocio digital porque mi cuerpo no se sentía a salvo con tanta visibilidad.

No era una falla. Era un límite somático que no sabía nombrar.

Necesitaba seguridad interna.

Y como en ese momento no entendía nada de esto…cerré todo lo digital.

Ahí cambié mi enfoque...

Me enfoqué en crecer mi consulta privada a nivel presencial. Un ritmo que se sentía más manejable para mi sistema nervioso.

Sin saberlo, en ese momento estaba haciendo algo esencial: cultivando capacidad.

Capacidad de visibilizarme en un contexto que, en ese momento, se sentía más seguro para mí.

No fue hasta el 2020 que me atreví a regresar al mundo digital.

Esta vez, desde otro lugar.

Volví más enraizada. Más atenta a mi cuerpo. Más conectada con lo que realmente sostiene una expansión duradera: tu seguridad interna.

Esa ilusión del 2014… hoy es realidad.

Desde 2020, he cultivado un negocio 100% digital que no solo me permite contribuir, sino también escucharme. Hoy mi negocio fluye conmigo — no en mi contra. Con espacio real. Con decisiones que se sienten bien.

Conscientemente he diseñado mi negocio alineado conmigo, para fluir con mi energía, no contra ella. Para honrar mis ciclos internos y lo que se siente bien en mi cuerpo: agendas con espacio, descansos integrados, procesos de ventas que honran mi manera de vender, y decisiones que nacen desde adentro, no desde el deber.

Diseño mis semanas con intención: con espacio para regular mi sistema nervioso a través del movimiento, la meditación y límites que me cuidan. Protejo mi tiempo en alineación con lo que realmente importa.

Todo diseñado para servir desde la plenitud, no desde la presión. Todo para permitirme expandirme a mi manera, sin burnout.

Y he acompañado a muchas personas como tú a dejar atrás el sobreenfoque en estrategias externas, para cultivar un liderazgo sostenible que empieza en el cuerpo. Cultivando seguridad interna.

Esto es lo que te enseño en EXPANSIVA.

Tal vez tú también…

Has sentido esa contradicción interna.

Una parte de ti anhela expandirse hacia ese próximo nivel.

Y al mismo tiempo, otra parte de ti se contrae. Se detiene como si algo dentro pusiera el freno de emergencia. Aparecen dudas. Miedos que confunden.

Esa tensión interna no significa que no estás lista.
Solo significa que tu cuerpo necesita otra manera de caminar ese camino, empezando con cultivar tu seguridad interna — para que tu expansión se sienta más ligera, más tuya.

¿Qué pasaría si tu cuerpo pudiera acompañar tu visión, en lugar de frenarla?